José Francisco Jiménez, hijo del sol y de la noche
(In memoriam)
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Lic.Christian Farías
Oye, José Francisco, es medio día, sábado 17 de febrero de 2007. Te toca besar la tierra, hermano, y volverte polvo así como cuando Dios creó a nuestro primer hermano. ¿Te acuerdas? Hay un sol hermoso en este campo. Estamos alrededor tuyo como en una de esas reuniones que tanto hicimos para cantarle al futuro. Tú proponías declararnos en huelga permanente por la dignidad humana, por el respeto a los derechos ciudadanos. ¿Te acuerdas, José Francisco? Asesinaron a Ismael Bolívar. Te indignaste. Por tu sangre corrió la sangre de Cristo, la sangre de Ernesto Guevara, la sangre del indio que fuiste, que eres, que somos. Hablaste con el sol una mañana desierta en el patio de tu casa. Dialogaste con la luna con tus manos sobre un libro de tu biblioteca. El arco iris de esa tarde dejó caer un color en tu rostro. Te iluminó tanto que te hiciste soldado irreductible de la vida, valiente, corazón abierto y resuelto, militante de la esperanza, del amor, de la fraternidad; hijo del sol y de la noche, cómplice de los grandes majaderos del mundo con el alma atravesada de misericordia, de pasión.
Hay un canto guerrero Timoto-Cuica que parece una canción tuya, José Francisco. Muchas consignas que son gritos de tu sangre. Muchas ideas preñadas de nobleza vienen de tus cavilaciones. Una hermandad clara, diáfana, brota de tu cuerpo y de tus labios. Naciste en el furor del trópico. Lloraste junto al dolor de tu madre. Recibiste la bendición de tu padre. Se iluminó tu Ser ante la palabra de Dios y lo cultivaste con tus lecturas de Marx, de Lenin, del Ché, de Luther King. Ennobleciste con la fuerza inquebrantable de tus acciones, tu solidaridad incondicional con los guerrilleros del P.R.V. – F.A.L.N., tu compromiso al lado de la justicia y la igualdad. La mejor palabra es la conducta, José Francisco. Tú te hiciste palabra, tu palabra fuiste tú. Íntegro, hermoso, como un héroe sin pretensiones. No hay dudas ni confusión. No claudicaste ni te volviste blando. El tiempo aceró tu dignidad, endulzó tu alma. Por eso siempre fuiste y serás de los nuestros; nuestro amigo, nuestro camarada querido del alma.
Aquí está tu gente, José Fran, en este campo de sol radiante como tus ojos. Hay flores bellas para ti, llenas de vida, de sueños, de olores, de amor, de alegría. He tomado una rosa roja con mi mano temblorosa para regalártela. Siento cómo el viento me abraza, me susurra en mi camisa, mueve mis lentes, mis cabellos. Me enmudece. No hay más palabras en este instante eterno de tu partida. Es la voz del viento la que me habla y creo que es tu voz ronca, seca, directa, parca, asombrosa. No hay más palabras en este instante eterno de tu partida, José Francisco. Ahora es el recuerdo el dorso de la vida para seguir viviendo contigo en nuestras reuniones, en nuestros combates contra la ignominia y la opresión. Eres hijo del sol y de la noche, enemigo del imperio, del capital. Eres amigo inconfundible de los justos, militante irreductible del pueblo.
Oye, José Francisco, es medio día, hermano. Ahora recuerdo tu oración, tu invocación a Dios, en aquel calabocito oscuro de la Disip. Salimos como a las diez de la noche con el paquete de afiches en la maleta de tu carro. ¡Castigo para los asesinos de Ismael Bolívar! Habíamos pegado muchos en distintas paredes de la ciudad. Una hermosa luna nos guiaba. Pero, en la esquina de la Rondón con Constitución, a la media noche, nos sorprendió la policía y amanecimos con los cuerpos adoloridos en ese espacio reducido que llaman tigrito ¿te acuerdas? Llamaste al Padre Celestial. Tu oración resguardó la fortaleza de nuestra moral de prisioneros. ¡Pequeña y significativa prueba de dignidad sembrada en nuestras conciencias! Esa imagen tuya se hizo imperecedera en mi memoria y ahora regresa con fuerza a mi corazón.
Seguimos marchando de jornada en jornada: en los encuentros culturales de “Juguemos a ser libres”; en las luchas universitarias, populares; en la defensa de los derechos humanos, que fue siempre tu mejor pasión; en las rebeliones del 27 de febrero del 89, en el Frente Patriótico, en el 4 de febrero y 27 de noviembre del 92. En todas las luchas tu mirada fijaba el compromiso de tu manos, de tu cuerpo, de tu ser, de tu espíritu, de tu alma. Porque eso fuiste, José Fran, una criatura para la acción y la reflexión, un hombre con alma de guerrero como Ghandi, como Simón Rodríguez, como Luther King. Un hombre con sentido de la historia, de la trascendencia, pero desde la sencillez de tu familia, de tu corazón de padre y de docente, desde tu disposición al diálogo sin traicionar los principios, desde la bravura de tu piel mestiza, de tu ropa de kaki, de tu franela blanca de guardacamisa, de tu barba modesta, perenne, y de tu mirada escrutadora y triste. ¡Salud, querido amigo, porque en ti sigue radiante y firme la herencia eterna de los libertadores, la gloria imperecedera de los dignos! ¡Salud!
Valencia, febrero, 17 - 2007
(In memoriam)
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Lic.Christian Farías
Oye, José Francisco, es medio día, sábado 17 de febrero de 2007. Te toca besar la tierra, hermano, y volverte polvo así como cuando Dios creó a nuestro primer hermano. ¿Te acuerdas? Hay un sol hermoso en este campo. Estamos alrededor tuyo como en una de esas reuniones que tanto hicimos para cantarle al futuro. Tú proponías declararnos en huelga permanente por la dignidad humana, por el respeto a los derechos ciudadanos. ¿Te acuerdas, José Francisco? Asesinaron a Ismael Bolívar. Te indignaste. Por tu sangre corrió la sangre de Cristo, la sangre de Ernesto Guevara, la sangre del indio que fuiste, que eres, que somos. Hablaste con el sol una mañana desierta en el patio de tu casa. Dialogaste con la luna con tus manos sobre un libro de tu biblioteca. El arco iris de esa tarde dejó caer un color en tu rostro. Te iluminó tanto que te hiciste soldado irreductible de la vida, valiente, corazón abierto y resuelto, militante de la esperanza, del amor, de la fraternidad; hijo del sol y de la noche, cómplice de los grandes majaderos del mundo con el alma atravesada de misericordia, de pasión.
Hay un canto guerrero Timoto-Cuica que parece una canción tuya, José Francisco. Muchas consignas que son gritos de tu sangre. Muchas ideas preñadas de nobleza vienen de tus cavilaciones. Una hermandad clara, diáfana, brota de tu cuerpo y de tus labios. Naciste en el furor del trópico. Lloraste junto al dolor de tu madre. Recibiste la bendición de tu padre. Se iluminó tu Ser ante la palabra de Dios y lo cultivaste con tus lecturas de Marx, de Lenin, del Ché, de Luther King. Ennobleciste con la fuerza inquebrantable de tus acciones, tu solidaridad incondicional con los guerrilleros del P.R.V. – F.A.L.N., tu compromiso al lado de la justicia y la igualdad. La mejor palabra es la conducta, José Francisco. Tú te hiciste palabra, tu palabra fuiste tú. Íntegro, hermoso, como un héroe sin pretensiones. No hay dudas ni confusión. No claudicaste ni te volviste blando. El tiempo aceró tu dignidad, endulzó tu alma. Por eso siempre fuiste y serás de los nuestros; nuestro amigo, nuestro camarada querido del alma.
Aquí está tu gente, José Fran, en este campo de sol radiante como tus ojos. Hay flores bellas para ti, llenas de vida, de sueños, de olores, de amor, de alegría. He tomado una rosa roja con mi mano temblorosa para regalártela. Siento cómo el viento me abraza, me susurra en mi camisa, mueve mis lentes, mis cabellos. Me enmudece. No hay más palabras en este instante eterno de tu partida. Es la voz del viento la que me habla y creo que es tu voz ronca, seca, directa, parca, asombrosa. No hay más palabras en este instante eterno de tu partida, José Francisco. Ahora es el recuerdo el dorso de la vida para seguir viviendo contigo en nuestras reuniones, en nuestros combates contra la ignominia y la opresión. Eres hijo del sol y de la noche, enemigo del imperio, del capital. Eres amigo inconfundible de los justos, militante irreductible del pueblo.
Oye, José Francisco, es medio día, hermano. Ahora recuerdo tu oración, tu invocación a Dios, en aquel calabocito oscuro de la Disip. Salimos como a las diez de la noche con el paquete de afiches en la maleta de tu carro. ¡Castigo para los asesinos de Ismael Bolívar! Habíamos pegado muchos en distintas paredes de la ciudad. Una hermosa luna nos guiaba. Pero, en la esquina de la Rondón con Constitución, a la media noche, nos sorprendió la policía y amanecimos con los cuerpos adoloridos en ese espacio reducido que llaman tigrito ¿te acuerdas? Llamaste al Padre Celestial. Tu oración resguardó la fortaleza de nuestra moral de prisioneros. ¡Pequeña y significativa prueba de dignidad sembrada en nuestras conciencias! Esa imagen tuya se hizo imperecedera en mi memoria y ahora regresa con fuerza a mi corazón.
Seguimos marchando de jornada en jornada: en los encuentros culturales de “Juguemos a ser libres”; en las luchas universitarias, populares; en la defensa de los derechos humanos, que fue siempre tu mejor pasión; en las rebeliones del 27 de febrero del 89, en el Frente Patriótico, en el 4 de febrero y 27 de noviembre del 92. En todas las luchas tu mirada fijaba el compromiso de tu manos, de tu cuerpo, de tu ser, de tu espíritu, de tu alma. Porque eso fuiste, José Fran, una criatura para la acción y la reflexión, un hombre con alma de guerrero como Ghandi, como Simón Rodríguez, como Luther King. Un hombre con sentido de la historia, de la trascendencia, pero desde la sencillez de tu familia, de tu corazón de padre y de docente, desde tu disposición al diálogo sin traicionar los principios, desde la bravura de tu piel mestiza, de tu ropa de kaki, de tu franela blanca de guardacamisa, de tu barba modesta, perenne, y de tu mirada escrutadora y triste. ¡Salud, querido amigo, porque en ti sigue radiante y firme la herencia eterna de los libertadores, la gloria imperecedera de los dignos! ¡Salud!
Valencia, febrero, 17 - 2007
Que el Supremo Creador guarde en su seno al Digno Guerrero, de voz ronca y parca.
ReplyDeleteQue la belleza del cielo y la presencia del altísimo premie todos sus desvelos en la Tierra.
Mi tributo a un ser realmente excepcional.
¡LUZ ETERNA PARA EL GUERRERO DEL SEÑOR!