A Pedro y a Javier Téllez, más allá de los jabs y los rectos de derecha e izquierda.Esto es lo pernicioso de elegir una alternativa en un entorno polarizado: ubicarse en una de las riberas de un caudal discursivo que arrastra miasmas filosóficas y caramas sofísticas, mientras que a lo lejos nos aguarda la enigmática y divertida cordillera como ventana del escarnio y la estulticia que provoca el mundo. El río inmundo no es posible sin las orillas que lo contengan a duras penas. El aullido no convoca a manadas ciegas ni hambrientas de resignación, tan sólo evidencia los retortijones burlones del alma camino de los sumideros. El valle aguarda todavía un silente alud de rocas, ramas secas y fracturadas osamentas que sepulte el bullicio indolente del caserío que ha soportado compasivamente los embates del bien y el mal. La esotérica jauría brinca alborotada entre miembros descompuestos, enjambres de insectos verdes y rojos y aturdidos fuegos fatuos. La indómita raza licantrópica no entiende aún que lo que se anuda abajo se anuda arriba, quebrantada la ilusoria magnificencia de especulaciones enrevesadas que ni siquiera aprehenden la visceral poesía de las cosas.Sin embargo, el silencio es parcela vasta que excede los espacios en blanco de cualquier soporte.
Premio Nacional del Libro 2006, capítulo centro occidental, a la mejor página web (otorgado por el CENAL)
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