Daniela, Corazón de Jesús, decidió esperar el fin de los tiempos en la nave central de la Iglesia Bautista Antiecuménica "El Cordero de Oro". El planetoide Hercóbulus se acercaba a La Tierra sin que nada pudiese detener su apocalíptico curso. Sin embargo, Daniela se desentendió de su familia, esposo sexagenario y dos hijos de más de treinta años, pues todos ellos no habían aceptado la Verdad revelada en la interpretación bíblica del Pastor Juan Taquilla. Aguardaba a sus hermanos de fe: Feliciano Frías, Matilde Aguerreverre, Carlos Rodríguez, Angélica Vega y al profesor T, recién convertido al evangelio según Juan Taquilla. Se trataba de velar la llegada de Cristo y sus legiones para que se los llevaran la víspera de las plagas, inundaciones y hecatombes predichas por Juan en la isla de Coche -consúltese las Minutas del III Retiro Espiritual de la Iglesia Bautista Antiecuménica, El Naipe, 1992-. Integrarían el Santísimo Tribunal que juzgaría a la humanidad el primer día del año 2000. Pensó, dadas sus ensoñaciones piadosas y buenas intenciones, postularse para el cargo de Consoladora Mayor para musitar versículos bíblicos de amor a los pecadores torturados en la Antesala del Infierno. Cómo la alegraría recitar pasajes del libro de Job, mientras despedazaban los cuerpos de los tres alegres compadres -que son 4 al igual que los mosqueteros-: Argenis, Rodolfo, Carlos y Juan, enemigos del profeta Juan Taquilla y amigos de las veleidades de este mundo próximo a extinguirse, la buena mesa y la cálida cama compartida con bellas y perversas rameras ataviadas de purpúrea y ajustada ropa interior. Indudablemente, la fe ha de imponerse a cómo dé lugar: inclinando la cabeza sumisamente o estirando la corrupta carne en el potro de los tormentos. Cercana la medianoche, la bulla en el barrio se hacía más estruendosa, confirmándole la orgía de machos y hembras -al son de ritmos tropicales- el advenimiento del fin. Sus hermanos de fe no habían acudido a la trascendental cita. No se tenía idea del paradero de Juan Taquilla, ni por vía celular ni por vía internet. Al explotar los petardos en la tierra y en el cielo, Daniela se lanzó al frío suelo y dispuso su cuerpo robusto en posición fetal. Dudó por única vez en su fe: Los hermanos estarían en casa con sus familias sin reparar que el Mal ha sobrevivido trocando La Tierra en un aquelarre eterno, donde los pecadores impenitentes vivirían un jolgorio ad infinitum. Dos calles más abajo del Templo, Juan Taquilla financiaba el banquete y la ingesta etílica a los lugareños con el diezmo de los feligreses, discípulos y simpatizantes de la Iglesia Bautista y Antiecuménica "El Cordero de Oro". Los tres alegres compadres, algo ebrios, bailaban un danzón bien acompañados y apertrechados. |
Premio Nacional del Libro 2006, capítulo centro occidental, a la mejor página web (otorgado por el CENAL)
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