Luego de las arengas, las olas y los discursos, los funcionarios hicieron largas e informes colas bajo un sol oprobioso. Pese a ser de la misma especie y profesión, se enfrentaban los unos a los otros, mostrándose los dientes en la plenitud de desbocadas carreras hacia ninguna parte. Uno por uno eran estampados con el estigma azul y pálido en la frente. El sudor daba brillo al aire servil y por demás agradecido de sus rostros.
Valencia, 11 de febrero de 2006.
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