Saturday, August 22, 2009

EL MOSAICO FOTOGRÁFICO DE YURI VALECILLO (VERSIÓN 2)











EL MOSAICO FOTOGRÁFICO DE YURI VALECILLO (Versión 2)
José Carlos De Nóbrega


Fotografías de Yuri Valecillo, por suopuesto

No es un atrevimiento decir que Yuri Valecillo es un discípulo muy aventajado de grandes fotógrafos: el mexicano Héctor García, el húngaro Robert Capa y la ítalomexicana Tina Modotti, por ejemplo. Su obra fotográfica constituye un registro descarnado, poético y comprometido del tiempo histórico que le ha tocado vivir; es un ejercicio de vida que desdice el discurso veleidoso, rococó y vacuo de una fotografía que encuadra exclusivamente (con) el mercado burgués del arte. Yuri, nacido en Valencia -la de Venezuela- y oriundo de El Palotal, es uno de nuestros más apreciados artistas. Sólo que su obra no es ruidosa ni artificial como la de otros colegas (?, más que fotógrafos, son policías o burócratas utilitarios adosados a una cámara) que no queremos recordar. Le ha importado un bledo la fetichización egocéntrica de sí y, mucho menos, la mercantilización del arte típica de los grandes circuitos museísticos. Ha incursionado de guisa extraordinaria en el retrato, el reporterismo gráfico, el cuadro crítico de costumbres o el mural épico de las masas que asaltan la ciudad en búsqueda de justicia (hermoso colectivo dignificado en su anárquica y noble desnudez). Su mirada aborda con una ácida ternura el laberinto caótico que es la ciudad latinoamericana, sin importar su nombre: Valencia, La Habana o Ciudad de México. Los retratos toman en un asalto asombroso a personajes públicos (recordamos una magnífica fotografía de Juan Nuño y otra –harto sartreana- de un desdichado embajador), ciudadanos de a pie y amigos suyos en un afán cómplice e igualitario. Asimismo, cobran vida la pía y olvidada estatuaria del Cementerio Municipal de Valencia, síntoma inequívoco de sus pésimos gobiernos que siempre riñen a dentelladas con el arte (junto a Yuri aún nos preguntamos hoy quién desgobierna a nuestra ciudad, sin importar si es la diestra o la siniestra, pues con ambas lanzan la piedra y esconden la mano). La cámara, traviesa y anarquista a la vez, rescata en la memoria la arquitectura variopinta, mestiza y abigarrada de nuestras ciudades; para muestras tenemos el puente Morillo de Valencia (recientemente disfrazaron de blanco su falta de mantenimiento), el rancherío costero de San Vicente y las Granadinas o las casas de adobe en ruinas del centro de Valencia del Rey. Hay que destacar sus murales épicos en los cuales las masas oprimidas se alzan -desnudas o disfrazadas de obispos o políticos- hiriendo el severo rostro del orden establecido, con tan sólo el mero porte de la picardía y la chispa del obrero, el campesino y por qué no el pachuco o crossover. Sin duda alguna, la fotografía de Yuri Valecillo roza lo transgenérico: el tratamiento crítico de la imagen concilia la poesía, la filosofía y –por ende- el ensayo, lo cual conlleva un inequívoco ejercicio de interpretación del mudo “texto” fotográfico (la imagen fotográfica, por lo tanto, se forja su ars poética sin la necesidad de sosos y soporíferos textos literarios que la justifiquen en un gesto fallido, confundiéndola en la vaquería). A tal respecto nos dice el poeta Juan Calzadilla: “La fotografía, ver fotografías y pasárselas de mano en mano, es un recurso invalorable entre los que se pueden emplear para los ejercicios de escritura en el taller, dado el poder estimulante que tiene la imagen visual bajo una simple lectura”. Sea la escritura poética (“A mis espaldas / muere una ciudad / bombardeada”), crítica (eso pretendemos en este texto amigo y malandro) e incluso difamatoria (Guayacol dixit: “La verdad de los hechos es que se trata de una persona muy inteligente e ingeniosa … que utiliza esos atributos de la condición humana como artista de la simulación … cuyo referente revolucionario no es la revolución popular y antiimperialista del Negro Chávez sino el mundo existencialista de Jean Paul Sartre”). El mosaico fotográfico de Yuri Valecillo, sin importar elogios y denuestos merecidos por igual dada su vocación satírica por la impostura, parte de la legión endemoniada de adentro la cual seguimos con camaradería, morbo y placer teñidos por el agradecimiento. Los que vamos a pie por la rúa, te saludamos camarada. Espero que te (les) guste esta postal comentada.


En Valencia de San Simeón el estilita, 22 de agosto de 2009.

Thursday, August 13, 2009

MOSAICO FOTOGRÁFICO DE YURI VALECILLO


Si bien las dos entradas anteriores aludían a la obra fotográfica de Don Héctor García, valga este mosaico fotográfico de Yuri Valecillo (en el centro de la composición, retratado junto a Pedro Infante y Jorge Negrete) como muestra palpable de uno de sus alumnos más aventajados. Yuri, nacido en Valencia -la de Venezuela- y oriundo de El Palotal, es uno de nuestros grandes fotógrafos. Sólo que su obra no es ruidosa ni artificial como la de otros colegas (?, más que fotógrafos, son policías o burócratas adosados a una cámara) que no queremos recordar. Le ha importado un bledo la fetichización egocéntrica de sí y, mucho menos, la mercantilización del arte típica de los grandes circuitos museísticos. Ha incursionado de guisa extraordinaria en el retrato, el reporterismo gráfico, el cuadro crítico de costumbres o el mural épico de las masas que asaltan la ciudad en búsqueda de justicia (hermoso colectivo dignificado en su anárquica y noble desnudez). Los que vamos a pie por la rúa, te saludamos camarada. Espero que te (les) guste esta postal comentada.

HÉCTOR GARCÍA. Elena Poniatowska


Recomendamos especialmente la lectura atenta de este excelente ensayo de Elena Poniatowska (una de nuestras escritoras galardonadas en el concurso Rómulo Gallegos), pues constituye una aproximación sentida y significativa a la obra fotográfica de Don Héctor García. Este simpático artista es, sin duda, un poeta visual del decir que hace posible la confluencia de la belleza, la estética y el compromiso social.
Elena Poniatowska
Héctor García


La Verónica, estado de México, 1972, una de las fotografías de Héctor García incluidas en el libro que sobre el artista coeditaron Turner/ Equilibrista/ Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. La imagen alude a Emiliano Zapata, de quien mañana se cumplen 86 años de su asesinato. Del fotógrafo Héctor García, escribió Diego Rivera el 24 de agosto de 1955, que era ''un excelente artista que expresa con emoción, belleza, plenitud de forma y profunda sensibilidad y comprensión humanas, la vida que lo rodea, desde el accidente de calle hasta la plástica sublimada de la danza, pasando por todos los matices de las acciones del ser humano sobre la tierra, sus reacciones ante los hechos, mediante sus propias emociones".


A Héctor esta declaración le ha colmado la vida, porque la incluye (como Alvarez Bravo incluye la foto de El obrero asesinado) en todos los libros, todos los catálogos, todas las entrevistas, todas las exposiciones que ha hecho a lo largo de su vida de 80 años muy bien vividos.


Desde 1955, Héctor García ha expuesto en diversas galerías, pero ahora con el desafuero a Andrés Manuel López Obrador que en este momento sacude a las conciencias, creo que la exposición que más ha de recordar es aquella en el museo que dirigía Carlos Pellicer, en Villahermosa, Tabasco, y es ahora el Museo Carlos Pellicer. Su obra fotográfica tiene otro común denominador con la de Andrés Manuel López Obrador; la preocupación social que jamás lo abandona y le da un sello inconfundible. ¿Qué es lo que llama a Héctor? La calle y los de a pie.


Héctor García fue bracero y compartió la suerte de los ''espaldas mojadas", retrató la sangre en la nieve a finales de la Segunda Guerra Mundial, trabajó en el mantenimiento de las vías del ferrocarril para los transportes de material de guerra en trenes y furgones y, muy joven, vio un accidente mortal. Entrevisté a Héctor García para el periódico El Día en noviembre del 63. ''(...) un día muy temprano, me puse a retratar el paisaje blanco, maravilloso. De pronto pasó uno de esos trenes estratégicos de los cuales nuestros mayordomos no recibían aviso porque, pues (...) eran trenes que transportaban materiales de guerra, y en el momento en que estábamos levantando la vía para cambiar unos durmientes, se llevó a algunos de mis compañeros.


''La nieve se tiñó de sangre alrededor de los cadáveres de mis compañeros."


En ese momento Héctor tomó una camarita de cajón de su lonchera y sacó fotos. Desgraciadamente no salieron, pero se le quedaron impresas para siempre, tan grabadas que a lo primero que recurrió fue a la cámara porque sintió que ese era su medio de expresión.


''¿Cómo es posible que se te haya ocurrido retratar antes que ayudar?" -le pregunté en la entrevista, y me contestó: ''Pues sí, precisamente, los retraté". ''¿Por qué?" -le insistí. ''Pues eso sí no puedo explicártelo, pero pensé que retratarlos era mi forma de ayudar".


Niño de La Candelaria de los Patos como tantos migrantes mexicanos, decidió probar suerte en los Esteists y para poder comer vendió sus zapatos, así como en el corrido: Me fui descalzo a Laredo. Cruzó Laredo y tomó un tren de mosca hasta llegar a Washington junto con 200 tabasqueños, otra coincidencia con El Peje, Andrés Manuel López Obrador.


''Mi vida ha sido la de un Periquillo Sarniento."


Un Periquillo Sarniento de La Candelaria de los Patos. Aventurero, Héctor García ha vivido intensamente toda una etapa de México, la de la construcción de un país que ha ido encontrando su camino. Héctor también tuvo que encontrar el suyo en medio del hambre, la pobreza y la falta de oportunidades.


Cuando regresó a México trabajó cargando bultos de papel en un periódico de cine que hizo Edmundo Valadés, quien lo mandó a estudiar a la Academia de Arte Cinematográfica y supo de Gabriel Figueroa y Manuel Alvarez Bravo. ¿Quiénes eran? ¿Qué hacían? ¿Cómo lo hacían? Tuvo la posibilidad de trabajar de achichincle en los sets de cine de Churubusco, y descubrir lo que significa la fotografía, pero no sólo eso, la actuación, los dramas, las comedias, los culebrones, el juego de luces, los caprichos de las actrices, la forma de perder o de ganar el tiempo. Las escenas en el celuloide fueron parte de su escuela, su universidad de la vida, su prodigiosa vida de mentiras, su mentirosa vida de verdades.


En una ocasión, Enrique Borrego, director de la Extra, le dijo: ''Hombre, usted es un buen fotógrafo y le voy a dar la mejor fuente, la de Sociales. Es una oportunidad que les doy a muy pocos".


De allí su espíritu crítico y esa foto extraordinaria tomada en la antigua sede de Relaciones Exteriores, en la avenida Juárez, de una mujer de entallado vestido strapless a quien el secretario don Manuel M. Tello está a punto de pisarle la cola. A esta foto tomada en 1947 le puso Héctor Nuestra señora sociedad.


Enrique Borrego mandó llamar de nuevo a Héctor a la dirección: ''Hombre, son muy buenas fotografías, pero tiene usted una forma de ver las cosas que NO conviene a los intereses del periódico, así que mejor dedíquese a fotografiar lo que le dé la gana". Y eso es precisamente lo que ha hecho; fotografiar lo que más le atrae: el niño en el vientre de concreto, los mecapaleros de La Merced; el hacinamiento en Ciudad Nezahualcóyotl; el rostro desolado de un zapatista al que le puso Cartucho quemado; el niño del machete tomada en Atencingo, Puebla, en 1960; el niño cuyo impermeable es una inmensa hoja cortada bajo la lluvia en Veracruz, en 1965, y last but not least, los grandes reportajes del 68, los huicholes y los coras en plena Semana Santa para la serie de libros de Fernando Benítez, Los indios de México, los mayas, los tepehuanos de Durango y desde luego todas las escenas urbanas que hoy nos conmueven, como aquella del hombre de sombrero de palma que en medio de la inundación ofrece cargar a los peatones de una acera a la otra de la calle de Zaragoza, personaje al que Héctor García le puso Tláloc, tomada en 1960.


Nunca le interesó montar un estudio propio, poner luces y pantallas, decir: ''mójese los labios", ''siéntese derecho", ''sonría a la cámara", ''saque bien el busto", pero me consta que siempre le fascinaron las coristas del Teatro Blanquita, la carpa de Palillo, la de Tin Tan a quien retrató desnudo bajo la regadera después de una función en La Habana, en 1953; a Pedro Infante, a Agustín Lara antes de que lo dejara María Félix, aún más chupado y deprimido. Héctor García fotografió a las que fuman en los camerinos y tardan mucho en colocarse las pestañas postizas, las que hablan por teléfono durante horas con su amorcito corazón, las tiples, las adorables gorditas que se contonean sobre sus tacones dorados, las que le preguntaban abrazándolo: ''¿Cómo estás amor de mi vida?" Lo besaban con sus labios cubiertos con un lapiz labial que se llamaba Orquídea fatal. Héctor siempre quería que yo las entrevistara a todas y de a una por una cuando lo que yo quería es que me enseñaran a bailar. Esta vida de la farándula nada tenía que ver con la sección de sociales y casi nada con la de espectáculos, en la que sí figuraban María Félix y Dolores del Río, a quienes también Héctor García retrató infinidad de veces, así como a Frida Kahlo tendida en su cama y en su ataúd. No, lo que jaló a Héctor fue la calle, las manifestaciones populares, el ''ahí va el golpe" de los cargadores, la rifa de pollos en la cantina, las riñas y los escándalos, la dulzura de la quesadillera que pone su anafre a flor de banqueta. Apenas había una reyerta, un encontronazo con la policía, Héctor salía de inmediato. La única vez que la policía me llevó en la julia y encerró tras las rejas de una delegación fue porque Héctor retrató la furia de un policía que nos impedía el paso y me aventó la cámara para salvar el rollo. Los agentes azotaron la cámara, la rompieron y desde luego confiscaron el rollo.


La fotografía de Héctor García es una gran aportación a la historia de nuestro país. Le da un sentido social, como lo hicieron en su época Tina Modotti, Hugo Brehme, Sergei Eisenstein, Edouard Tissé, Manuel Alvarez Bravo que Héctor despidió en el cementerio con un ''Adiós maestro", los hermanos Mayo, Francisco, Faustino, Pablo y Julio, Nacho López, Armando Salas Portugal, Mariana Yampolsky y Enrique Bostelmann y muchos más que siguieron sus pasos y le dieron preminencia a la calle como lo hizo Cartier-Bresson, que se dedicó a retratar los grandes momentos de su época al igual que otro de los grandes, Robert Capa, ambos cronistas de España, China, Cuba y la Unión Soviética. Si en Cartier-Bresson es muy clara la preocupación estética, precisamente porque a la fotografía añade su vocación por la pintura, en Héctor García salta a la vista la preocupación social que se remonta a sus orígenes. Jamás olvida Héctor a La Candelaria de los Patos.


''Si alguna cosa sale estética, es como el burro que tocó la flauta", me dijo Héctor García en una entrevista en 1967, pero las fotos de Héctor no son ''chiripadas" ni juegos de azar, sino el resultado de muchos años de calle, muchas jornadas con la cámara al hombro, muchas horas en el cuarto oscuro con la ayuda de María, su leal compañera, muchos momentos de tensión, muchas corretizas, muchas persecuciones, una vida entera con el ojo atento, el corazón y el cerebro enfocados en una dirección, el camino por el que ascienden los mexicanos más olvidados, los más humillados, los más inventivos también, el llamado lumpen de las piqueras y las taquerías, el de la Plaza Garibaldi y el de La Merced, el de los circos de barrio y el de las grandes manifestaciones, el de los que se ganan la vida a trompa talega y gritan en el Zócalo: ''¡Viva México, hijos de la garnacha!''

UN CONSPIRADOR TRAS LAS REJAS. Fotografía de Héctor García (La foto es la foto)



Esta magnífica fotografía del legendario Héctor García (el mejor retratista de México) establece con nosotros un vínculo de complicidad: el ajusticiamiento poético de uno de los autores intelectuales del asesinato de León Trotsky. Recordemos el primer atentado (mayo de 1940), fallido, muy a pesar de que él mismo disparó contra el matrimonio de León y Natalia en su mismo lecho. Lo que no lograron 400 balas, sí lo completó la piqueta de Ramón Mercader el 20 de agosto del mismo año. Otro de los conspiradores, Pablo Neruda, cayó víctima de la tristeza y la desesperanza en el Chile recién tomado por Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973. Paradójico es el juicio de la historia, como podemos ver. Largos son los brazos de Stalin: Siqueiros, el izquierdo; Neruda, el derecho. Sólo nos resta una cita lapidaria del escritor brasileño Joaquim María Machado de Assis:


La venalidad, dijo el Diablo, era el ejercicio de un derecho superior a todos los derechos (...) Demostrando de este modo el principio, el Diablo no tardó en exponer las ventajas del orden temporal o pecuniario; después mostró, además, que ante el férreo preconcepto social existente, convendría disimular el ejercicio de un derecho tan legítimo, lo que equivaldría a ejercer, al mismo tiempo, la venalidad y la hipocresía, o sea, a merecer doblemente.

CONDICIÓN DE LECTOR: LUIS ALBERTO ANGULO. ¡Vengan pa' que lo lean!


Rafael Simón Hurtado
Condición de lector:Luis Alberto Angulo


1- ¿Qué libro relee, qué autor?

El I Ching que como es el Libro de Las Mutaciones, uno en verdad, reconociendo su cosmogonía, siempre lo lee como si fuera la primera vez. La autoría algunos se la atribuyen a Confucio, pero no se sabe, es antiquísimo.


2- ¿Qué libro no pudo terminar y por qué?

Muchos, por aburridos, insustanciales, tontos o demasiados complejos y abstrusos. Hay libros inconclusos que son proyectos de lectura siempre pospuestos.


3- ¿Qué autor no le gusta?

No recuerdo ahora pero al tenerlo en mis manos lo aparto. En general, el ampuloso, el que subestima a sus lectores y cree engañarles.


4- De todos los lugares de su casa, ¿cuál prefiere para leer?

El dormitorio, el comedor por su ancha mesa, la pequeña biblioteca. Sobre la barra de un barcito sin caña está la PC, descanso leyendo en una poltrona que está a su lado.


5- ¿Le gusta leer fuera de su casa? ¿Cómo y en dónde?

En las filas, en los consultorios, esperando. En una hamaca debajo de un cocotero a orilla de la playa bebiéndome un trago. Leer es una labor gozosa que los lectores aprovechan en las bibliotecas de verdad. También disfruto no leer nada.


6- ¿Qué géneros prefiere: narrativa, ensayo o poesía?

Poesía, ensayo y narrativa, en ese orden. Me gustan mucho el ensayo y los cuentos escritos por poetas, incluso por aquellos que creen no escribir poesía.


7- ¿Cuál es su autor preferido?

Depende de cómo me sienta. Siempre hay autores a los que uno quiere volver, tengo varios autores preferidos: Vallejo, Ledo Ivo, Paz, Drumond, Tortolero, Enriqueta Arvelo, Terán, Yeats, Stevens… Muchos, depende del estado de ánimo y de las búsquedas. Leo a mis amigos para encontrarlos cuando se ausentan. Creo que el autor preferido es el último descubrimiento, el cual es posible por esos mismos “preferidos”.


8- ¿Hay algún verso o fragmento de libro que recuerde y repita?

“En un lugar de la Mancha…” “Hay días en que somos tan leves” “¿Qué estará haciendo ahora mi andina y dulce Rita de junco y capulí” “Quiero decir algo pero me sale espuma” “Pero la eternidad no sabe de nosotros sus pobres soñadores” “Desyerbando en el patiecito”, “que no te sienta venir”, “Venecia está sobre las aguas como una mentira”… Muchos versos llegan a veces sin proponérmelo y algunos no estoy seguro a quien pertenecen. Las Coplas de Manrique las he olvidado parcialmente, pero recuerdo poemas completos de Darío, Andrés Eloy, Ernesto Luis Rodríguez, Miguel Hernández, Vallejo, Neruda y García Lorca, que aprendí en la escuela primaria.


9- ¿Qué autor le parece poco valorado?

El nuestro. Tenemos una tradición extraordinaria y muy desconocida en el mundo de la literatura universal. Pero eso, quizá en el fondo, no sea siquiera un error. Se comienza a mirar mejor nuestra poesía de la segunda mitad del siglo veinte para acá, es un síntoma.


10- ¿Qué libro le hubiera gustado escribir?

El sueño de las escalinatas, del colombiano Jorge Zalamea Borda, un largo poema que me impresionó de muchacho y pese a no influir de manera directa mi escritura, todavía me conmueve. Adiós Escuque, de Ramón Palomares es insuperable.


11- ¿Con qué personaje literario se identifica?

Con Alfonso Quijano cuando andaba por ahí con sus locuras junto a Sancho Panza pues juntos hacen El Quijote. También, en varias etapas, con varios de los personajes de Herman Hesse: Damián, Sinclair, Harry. Pero el permanente es Siddhartha, que trascendió lo literario y se hizo parte del mayor de mis hallazgos.


12. ¿Con qué libro ha llorado?

Recuerdo el Quijote, La Madre de Gorki, El monstruo come piedra de Laura Antillano.


13. Nombre tres libros con los que se ha sentido un lector agradecido.

Pan de Knut Hansum, Cien Años de Soledad, Don Quijote de la Mancha. Me gustaría incluir, además, al Tao Te King.


14. Si usted fuese miembro de la Academia Sueca, ¿a quien le daría el Nóbel de Literatura?

Como soñar no cuesta nada, elaboraría una lista que incluyera al nicaragüense Ernesto Cardenal, al brasilero Ledo Ivo, al mexicano José Emilio Pacheco, a mis paisanos Ana Enriqueta Terán, Rafael Cadenas, Ramón Palomares, José Manuel Briceño Guerrero, Gustavo Pereira y Enrique Mujica. Todavía me molesta que no se lo concedieran a Borges, a Drumond ni a Blanca Varela.


15. ¿Que libro le recomendaría a Dios?

Un creyente de mucha fe ni siquiera se le ocurriría plantear el asunto. Un ateo sensible, a lo mejor pensaría en la Divina Comedia, de Dante, para que el Señor recuerde a los jerarcas religiosos corruptos e igualmente ateos, pero socialmente insensibles.


16.- ¿Qué libro invitaría a leer al Diablo?

Ninguno, él los ha leído a todos. Muchos los ha escrito por interpuestas personas y con la tinta de los condenados a quienes inflige sufrimiento leyéndoles sin interrupción los libros que ellos escribieron. Claro, me refiero a los condenados del infierno, el libro Los condenados de la tierra de Franz Fannon, junto a los que recogen con fidelidad las enseñanzas del Buda, posiblemente en una relectura, logren iluminar al personaje.


Luis Alberto Angulo Rivas (Barinitas, estado Barinas, 1950). Poeta. Autor de Viento barinés (UC, 1978), Antología de la casa sola (Fundarte, 1982), Una niebla que no borra (Dir. Cultura Carabobo, 1984), Antípodas (Predios, 1994), Fusión poética (UC, 2000), La sombra de una mano (Monte Ávila, 2005), así como de las antologías Rostro y poesía, poetas de la Universidad de Carabobo (UC, 1994), Poemas de San Juan de la Cruz (Cardinal, UC, 1992), Poemas de Miguel Hernández (El perro y la rana, 2005), Antología poética de Ernesto Cardenal (Monte Ávila, 2005) y de las compilaciones en coautoría con Luis Ernesto Gómez: 70 poetas en solidaridad con Palestina, Iraq y Líbano (Minci, Redve, 2006) y, El corazón de Venezuela, patria y poesía (Pdvsa, Redve, 2008). Premio del IV Concurso Internacional de Poesía Universidad de Carabobo, Premio de Poesía Universidad Rómulo Gallegos, Premio Bienal de Poesía Dr. Francisco Lazo Martí. Coeditor de R∑DVE y redactor de la revista Poesía (UC). Fundador del Encuentro Internacional Poesía Universidad de Carabobo junto con Adhely Rivero y Enrique Mujica. Está adscrito como asistente de literatura a la Oficina del Cronista Universitario (UC).