Presentación del libro electrónico
Salmos Compulsivos por la Ciudad
de José Carlos De Nóbrega
Guillermo Cerceau
Salmos Compulsivos por la Ciudad
de José Carlos De Nóbrega
Guillermo Cerceau
Foto de Andrés Cerceau
Valencia, 24 de febrero de 2008
El género del ensayo resulta problemático en nuestros días, cuando una fiebre de meta-discursos, generalmente surgidos en la academia y destinados a la propia academia, cuestionan, impugnan o directamente legislan lo que un ensayo, supuestamente, debe ser. Creemos, sin embargo, que muchas de estas controversias son estériles, en el mejor de los casos, y simplemente terroristas en la mayoría: pretenden homogeneizar en una fórmula intransitiva y autótrofa lo que desde que Montaigne y Bacon inventaron el ensayo, ha sido la forma más libre de expresión.
Creemos que el ensayo es fundamentalmente la expresión en forma de prosa de una experiencia personal, de una perspectiva más bien íntima del tema que trata. En este sentido, Salmos Compulsivos Por la Ciudad, el nuevo libro de José Carlos De Nóbrega, es una colección de ensayos en la mejor tradición literaria venezolana, esa que hasta los años 80 del siglo pasado, antes de la llegada tardía de las modas fracasadas en Europa, produjo algunos de los mejores ejemplares del género y de la que nuestro autor, a pesar de su juventud, es un heredero maduro y estricto.
En efecto, en este libro, para el que no encontramos un calificativo mejor que el de “querible” – porque se deja leer con docilidad, como una mujer amable, porque nos aproxima, porque sus palabras se nos quedan en la memoria– contiene una colección de breves y precisos ensayos sobre algunos de los héroes literarios más queridos de nuestro recorrido espiritual. Rufino Blanco Fombona o Israel Centeno, Guillermo Meneses o Salvador Garmendia, son algunos de los autores que De Nóbrega ausculta con la agudeza del buen lector, de quien acaricia un libro como un objeto amado.
Puesto que no pretendemos en estas palabras hacer un análisis crítico, ya que presentar un libro es una responsabilidad afectiva con el mismo y no un ejercicio de erudición, nos limitaremos a resaltar algunas de las coordenadas más notables de la obra de De Nóbrega, que en Salmos Compulsivos por la Ciudad se hacen evidentes.
Por una parte su estilo, de estricto rigor pero de expresión transparente, ajeno a toda pedantería, a toda exhibición de fuentes esotéricas o de referencias para iniciados, como lamentablemente se ha vuelto costumbre entre nosotros, es un estilo que resulta accesible a todo público, y que permite a cada quien encontrar el nivel de profundidad al que desee acceder sin pagar el peaje de una filiación teórica.
De Nóbrega es también dueño de un manejo del lenguaje que le permite transitar sin solución de continuidad entre el discurso refinado del académico y el leguaje “malandro” y cómplice que sabe usar, no como mera provocación, sino como seña cómplice a un mundo de relaciones que la literatura muchas veces pretende esconder.
Finalmente, queremos destacar lo que para nosotros es la cualidad mejor de estos ensayos: su capacidad de iluminar relaciones difíciles, a veces solo insinuadas, entre obras dispares. Entre La Muerte de Iván Ilich y El Hombre de Hierro hay muchas cosa que son obvias, excepto la sutil madeja que insinúa “Epitafio para el Ciudadano Crispín Luz”. Esta capacidad de amplificar el detalle hasta convertirlo un relieve es quizás el talento más sobrio del autor, de entre los muchos que aquí se expresan.
No quisiéramos dejar de señalar un hecho que, aunque no sea novedoso en el mundo literario, no es frecuente entre nosotros: se trata de un libro electrónico, es decir, de una expresión informática de un texto, el cual debe ser obtenido en Internet, en la página de nuestro buen amigo Jorge Gómez, editor de Letralia (www.letralia.com) y factotum de un esfuerzo editorial notable en nuestro país. Vaya aquí de nuestra parte las felicitaciones a Jorge y a su proyecto Letralia.
Solo me resta decir que he leído varias veces Salmos Compulsivos y no puedo dejar de recomendar su lectura, ya que se trata de un aporte significativo al acervo de lecturas inteligentes que se produce entre nosotros.
Valencia, 24 de febrero de 2008
El género del ensayo resulta problemático en nuestros días, cuando una fiebre de meta-discursos, generalmente surgidos en la academia y destinados a la propia academia, cuestionan, impugnan o directamente legislan lo que un ensayo, supuestamente, debe ser. Creemos, sin embargo, que muchas de estas controversias son estériles, en el mejor de los casos, y simplemente terroristas en la mayoría: pretenden homogeneizar en una fórmula intransitiva y autótrofa lo que desde que Montaigne y Bacon inventaron el ensayo, ha sido la forma más libre de expresión.
Creemos que el ensayo es fundamentalmente la expresión en forma de prosa de una experiencia personal, de una perspectiva más bien íntima del tema que trata. En este sentido, Salmos Compulsivos Por la Ciudad, el nuevo libro de José Carlos De Nóbrega, es una colección de ensayos en la mejor tradición literaria venezolana, esa que hasta los años 80 del siglo pasado, antes de la llegada tardía de las modas fracasadas en Europa, produjo algunos de los mejores ejemplares del género y de la que nuestro autor, a pesar de su juventud, es un heredero maduro y estricto.
En efecto, en este libro, para el que no encontramos un calificativo mejor que el de “querible” – porque se deja leer con docilidad, como una mujer amable, porque nos aproxima, porque sus palabras se nos quedan en la memoria– contiene una colección de breves y precisos ensayos sobre algunos de los héroes literarios más queridos de nuestro recorrido espiritual. Rufino Blanco Fombona o Israel Centeno, Guillermo Meneses o Salvador Garmendia, son algunos de los autores que De Nóbrega ausculta con la agudeza del buen lector, de quien acaricia un libro como un objeto amado.
Puesto que no pretendemos en estas palabras hacer un análisis crítico, ya que presentar un libro es una responsabilidad afectiva con el mismo y no un ejercicio de erudición, nos limitaremos a resaltar algunas de las coordenadas más notables de la obra de De Nóbrega, que en Salmos Compulsivos por la Ciudad se hacen evidentes.
Por una parte su estilo, de estricto rigor pero de expresión transparente, ajeno a toda pedantería, a toda exhibición de fuentes esotéricas o de referencias para iniciados, como lamentablemente se ha vuelto costumbre entre nosotros, es un estilo que resulta accesible a todo público, y que permite a cada quien encontrar el nivel de profundidad al que desee acceder sin pagar el peaje de una filiación teórica.
De Nóbrega es también dueño de un manejo del lenguaje que le permite transitar sin solución de continuidad entre el discurso refinado del académico y el leguaje “malandro” y cómplice que sabe usar, no como mera provocación, sino como seña cómplice a un mundo de relaciones que la literatura muchas veces pretende esconder.
Finalmente, queremos destacar lo que para nosotros es la cualidad mejor de estos ensayos: su capacidad de iluminar relaciones difíciles, a veces solo insinuadas, entre obras dispares. Entre La Muerte de Iván Ilich y El Hombre de Hierro hay muchas cosa que son obvias, excepto la sutil madeja que insinúa “Epitafio para el Ciudadano Crispín Luz”. Esta capacidad de amplificar el detalle hasta convertirlo un relieve es quizás el talento más sobrio del autor, de entre los muchos que aquí se expresan.
No quisiéramos dejar de señalar un hecho que, aunque no sea novedoso en el mundo literario, no es frecuente entre nosotros: se trata de un libro electrónico, es decir, de una expresión informática de un texto, el cual debe ser obtenido en Internet, en la página de nuestro buen amigo Jorge Gómez, editor de Letralia (www.letralia.com) y factotum de un esfuerzo editorial notable en nuestro país. Vaya aquí de nuestra parte las felicitaciones a Jorge y a su proyecto Letralia.
Solo me resta decir que he leído varias veces Salmos Compulsivos y no puedo dejar de recomendar su lectura, ya que se trata de un aporte significativo al acervo de lecturas inteligentes que se produce entre nosotros.
Valencia, 24 de febrero de 2008.